Esta
es una época decisiva y llena de desafíos para todos los que aportan soluciones
a los problemas mundiales. Desde la representación de los Estados Unidos, se
participa en innumerables frentes activos.
Entre
los más grandes desafíos se encuentra un problema que atenta contra la libertad
y privacidad de niños, como lo es la trata o el tráfico de menores dentro de
nuestra nación, reconociendo que a pesar de ser uno de los países desarrollados
con más importancia en el mundo, el Departamento de Estado estimó que unas
45.000 personas son introducidas cada año en Estados Unidos para su
explotación.
Las
redes de tráfico de personas se nutren en las grandes ciudades y en pequeñas
localidades del medio oeste estadounidense. También en la frontera, enredadas
con los coyotes que cobran a los inmigrantes por cruzar desde México, y en el
norte, cuando niñas de 12 años son secuestradas en Guatemala para prostituirlas
en burdeles de Nueva York.
En
apoyo y supervisión del conflicto contamos con La Oficina de Vigilancia y Lucha
contra la Trata de Personas encargado de investigar y crear programas para
prevenir la trata de humanos.
Además
contamos con La Ley de Protección a las Víctimas de la Trata, y el Protocolo
para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres
y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la
Delincuencia Organizada Transnacional.
Las
soluciones deberían estar enfocadas hacia tres aspectos, la concientización,
fortalecimiento de leyes, además de la vigilancia y cooperación de parte de
todos los estados. De manera que debemos poner atención en la educación de
familias para la valoración de sus niños, y la educación hacia los infantes,
dirigida en su fortaleza moral. Así mismo, establecer y supervisar leyes mucho
más estrictas en cuanto a esta problemática, donde cada país forme parte y se
apropie de estas fuertes leyes.